Muy buenos días, soy Eduardo Silva y te doy la más cordial bienvenida a este espacio en donde vamos a estar compartiendo temas que nos harán quizá reflexionar un poquito de la situación en la que nos encontramos en estos momentos. Y esto lo estoy grabando alrededor de las 3 de la mañana, que es cuando estamos haciendo estos podcast. Primero hago una sesión en vivo, después ya hago esta grabación con un poquito mejor de calidad de audio.
Y el título de este primer episodio es La Gran Deriva, cómo llegamos hasta aquí y hacia dónde vamos. Hubo un tiempo no hace tanto en que las líneas entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, lo apropiado y lo inapropiado estaban bastante claras, o al menos así lo parecía. Hace 50 años, las familias se reunían a cenar juntas, los niños jugaban en la calle hasta que se encendían las luces públicas. En las escuelas se enseñaba lectura, escritura, matemáticas y a menudo un sentido compartido de moralidad. La sociedad no era perfecta, ni de cerca. Había desigualdad, injusticia, ignorancia, pero ciertos comportamientos eran universalmente rechazados y otros, claro, aceptados.
¿Y entonces qué ocurrió el cambio? Primeramente de manera lenta, luego de golpe. Las semillas fueron sembradas durante la revolución cultural que se dio entre los años 60 y 70. Surgió la libertad personal, se cuestionaron las tradiciones y se rompieron barreras de raza, género y creencias. Mucho de esto era necesario, una respuesta colectiva contra la opresión. Pero con la libertad viene la responsabilidad y en algún momento la libertad se confundió con la ausencia de límites.
Los años 90 trajeron el internet, una ventana al mundo en cada hogar, y después los teléfonos inteligentes pusieron ese mundo en cada uno de nuestros bolsillos. Con ellos llegó la globalización, la hiperconectividad y una explosión de ideas, identidades e ideologías; cosas antes ocultas en las sombras ahora estaban teniendo una plataforma enorme. Voces antes silenciadas ahora resonaban en todos los continentes.
Y así llegamos al 2025. Un niño puede decidir que es una niña y una niña que es un niño. La inteligencia artificial puede escribir tu novela, los deepfakes pueden alterar la realidad y los niños son expuestos a temas de adultos que antes no estaban a su alcance y que difícilmente pueden comprenderlos. Algunas cosas parecen avances, otras parecen señales de caos. Muchos celebran el colapso de las estructuras tradicionales, otros lloran por lo que parece ser un desmoronamiento moral.
Entonces, ¿cómo llegamos hasta aquí? No fue un solo momento, una sola ley o una sola generación, fue la lenta erosión de una base. La verdad se volvió subjetiva, los valores opcionales y los sentimientos soberanos. El auge de mi verdad. Antes la verdad era algo que se descubría, hoy es algo que se declara. Cuando la sociedad comenzó a reemplazar lo que es correcto por lo que se siente correcto, el suelo bajo nuestros pies empezó a temblar. La moral se volvió personalizada, la fe en Dios fue reemplazada por la fe en uno mismo. Y la familia, que antes era el pilar de la civilización, pasó a ser una opción más.
El precio del progreso. Que no se malinterprete, el progreso tecnológico ha traído maravillas: enfermedades curadas, menos pobreza, comunicación instantánea, entre otras cosas. ¿Pero a qué costo? La soledad está en niveles alarmantes. Hoy en día hay una tremenda soledad, la depresión y la ansiedad se han disparado, especialmente entre los jóvenes. Las tasas de suicidio aumentan, las personas están más conectadas. De empleos, creando una clase permanente de desempleados.
Los límites biológicos se desdibujarán: humanos fusionados con máquinas, bebés diseñados, fluidez de género convertida en ley. La libertad de expresión será vigilada, no por dictadores armados, sino por algoritmos y presión social. Dissentir será sinónimo de odio. La fe podría ser criminalizada al considerarse los textos sagrados como retrógrados o intolerantes. Surgirán estructuras de control global, bajo la bandera de la seguridad y la inclusión, exigiendo conformidad para participar en la sociedad digital, financiera y biológicamente.
¿Suena distópico? Y tal vez lo es, pero no es inevitable. ¿Por qué el regreso? Porque a lo largo de la historia, cuando la humanidad se desvía demasiado, algo sucede. Un reinicio, un regreso. No siempre es fácil, no siempre es suave, pero siempre es necesario. El futuro aún no está escrito, se está escribiendo ahora, en tus decisiones, tus valores, tu voz.
No puedes detener al mundo de girar fuera de control, pero sí puedes construir un refugio de verdad, una familia arraigada en el amor, una comunidad anclada en la sabiduría, una vida edificada sobre lo que permanece. Y quizás, en un mundo que ha perdido el rumbo, tal vez ayudes a otros a encontrar el camino de regreso a casa.
Soy Eduardo Silva y esto es Life at 3am, en vivo a las 3 de la mañana. Nos vemos en el próximo episodio.